Especialmente él, que a pesar del mal cuerpo por la carta homicida y la rosa podrida que le habían enviado, se sentía realmente bien. Sabía que ya nadie podría encontrar los recuerdos de su difunta esposa, enterrados para siempre en el cementerio francés. Aquellos objetos que desvelaban quién era y lo que había pasado… Querido Monstruo sonrió y se dirigió al único sitio donde era mejor no entrar, donde el tiempo se había detenido…
6 de diciembre de 2007
...Para asegurarse de que el cuchillo que ocultaba seguía en su sitio.
Especialmente él, que a pesar del mal cuerpo por la carta homicida y la rosa podrida que le habían enviado, se sentía realmente bien. Sabía que ya nadie podría encontrar los recuerdos de su difunta esposa, enterrados para siempre en el cementerio francés. Aquellos objetos que desvelaban quién era y lo que había pasado… Querido Monstruo sonrió y se dirigió al único sitio donde era mejor no entrar, donde el tiempo se había detenido…
2 de diciembre de 2007
Un hombre por el que matar
Parecía el tipo de persona que se oxida rápidamente al contacto con el aire, con el agua, con la vida... Pero también tenía un lado irresistible, como si el peligro como definición se hubiera hecho carne en él. Seguramente muchas mujeres en aquel mismo santuario habrían caído a sus pies nada más entrar. Su mirada de lobo era a la vez una provocación y una advertencia...
Mientras caminaban entre sacristías, Moira llegó a la conclusión de que si tuviera que elegir un hombre por el que matar o morir, sería Litio. "Preferiblemente, matar", meditó con una sonrisa, y se llevó la mano a la espalda para asegurarse de que el cuchillo que ocultaba seguía en su sitio.
19 de noviembre de 2007
"Me llamo Litio...."
12 de noviembre de 2007
Complicaciones ¿qué clase de complicaciones?
- "¿Y si no quiero dejarte pasar…?”
- "Te destrozará los ojos, ya lo ha hecho con otros… Mejor no tientes la suerte", comentó una voz de hombre desde el interior del santuario. "Y además, es cierto que llega tarde. No lo compliques más".
Moira ignoró el comentario y cruzó el umbral mientras se escurría el cabello empapado sobre las baldosas de piedra, dejando un reguero de lluvia a su paso. Procuraba no mirar directamente a su anfitrión, que ni siquiera se había presentado, mientras le seguía a través de claustros y sacristías viejas que parecían abandonadas.
- "Hace años que no pisa este lugar un cristiano", ironizó el hombre de voz profunda.
- "Soy atea", respondió ella con desdén.
- "Mejor para ti".
- "Por cierto, me llamo Moira… ¿cómo has dicho que te llamabas?"
El hombre se relamió de gusto cuando escuchó la inocente pregunta, aunque nada en ella inspiraba inocencia. Siguió caminando con paso firme, creando sombras alargadas sobre las paredes y los cuadros con motivos religiosos que tenían extrañas inscripciones en sánscrito.
- "No te lo he dicho, princesa"
- "Si vamos a compartir… rituales, me gustaría saber con quién lo hago"
- "¿También vas a hacerme un análisis de sangre?"
Moira se quedó clavada en el sitio, sin saber muy bien si continuar o no. Aquello superaba con creces los riesgos que estaba dispuesta a correr, pero se sentía obligada a seguirle.
- "No pongas esa cara de pánico" – bromeó él, mirándola directamente desde sus ojos verdes de gato- "Me llamo Litio y ya hemos llegado al lugar".
2 de noviembre de 2007
cruzar el umbral
31 de octubre de 2007
Nos vemos, ya sabes dónde y cuándo…
Doce de la noche. Unos pasos sonaron apresurados en las calles de la Ciudad Negra. Alguien llegaba tarde a una cita, con los largos cabellos plateados bufándole en la espalda y una gabardina negra hasta los pies ondeando al viento. La Mujer del diario caminaba tan deprisa que las hojas caídas en el suelo de aquel otoño húmedo se enredaban entre sus pies y la seguían como una estela. Iba ligera de equipaje, sólo con sus eternas palabras, la brújula que le haría recuperar el norte y los labios pintados. No sabía bien el camino, así que cada poco se detenía a consultar la brújula y mirar hacia atrás, por si alguien la seguía.
Sabía que la estaban esperando en aquel santuario pagano y se maldecía por tardar tanto. Quizás ya habían empezado el ritual sin ella… y ella lo necesitaba más que ninguno… Más deprisa, más deprisa… Cuando divisó en lo alto de la colina el edificio sagrado que buscaba, comenzó a correr, mientras caían las primeras gotas de lluvia de la tormenta que se acercaba… Tropezó, “¡mierda, llego tarde!”, y siguió corriendo… con la mirada fija en las nubes en extraña formación que recortaban el monasterio y los sauces llorones que lo custodiaban. Cuando llegó a la puerta, jadeaba, con el rostro empapado…
Su instinto le decía que no debía cruzar aquel umbral, pero…
29 de octubre de 2007
Llevaba mucho más tiempo del asimilable perdido en su interior
Todavía con escalofríos, cogió la carta y la prendió fuego lentamente con aquel mechero de plata, uno de los muchos regalos en clave que le hizo la misma mujer que ahora se despedía con unas letras. “Maldita hija de puta, te encontraré aunque sea lo último que haga”, murmuró con asco. “Vas a saber si soy o no un monstruo…”
En ese momento sonó el teléfono fijo, que nunca descolgaba porque prefería esperar a que saltara el contestador. Una voz agrietada, con cierto sonido metálico, le dejó el mensaje que estaba esperando: “Oye, el paquete ya está enterrado en el cementerio. Hemos tenido complicaciones... Mejor no me llames, por si te localizan. Nos vemos, ya sabes dónde y cuándo”.
25 de octubre de 2007
Todavía tengo-el sabor de tu piel-prendido en-los labios...
Pero sus palabras escritas en papel no le decían nada. Eso suponía que la rabia lo cegaba o que el silencio de sus ojos era lo que no podía asimilar. Las lágrimas empezaron a brotar. Estaba perdido en su propio laberinto. Él lo creó pero llevaba mucho más tiempo del asimilable perdido en su interior.
24 de octubre de 2007
No pensaba volver la vista atrás
Al mismo tiempo, en la misma ciudad, un hombre anónimo recibía una carta sin remitente con un mensaje homicida en el interior. Habría preferido que fuera una bomba antes que una carta. A sus 50 años, creía que lo había visto todo en la vida, pero aquella rosa podrida dentro del sobre y las líneas escritas con manos rabiosas le pusieron mal cuerpo.
Querido monstruo,
Hace años que no hablamos y pienso que ha sido la mejor opción para ambos. Por eso no he contestado hasta ahora a tus mensajes cifrados que me vas dejando por los sitios que solíamos frecuentar. Por cierto, sería mejor que dejes de hacerlo. Siento lo que le pasó a tu mujer, y puedo asegurarte que no tuve nada que ver, ni le conté lo nuestro, ¿para qué? Con que sufra una ya es suficiente…
Arrugó la carta con rabia antes de seguir leyendo. Sabía perfectamente quién le había escrito. La misma mujer con la que había intentado comunicarse durante meses, señalando palabras en determinadas páginas de libros de las principales cafeterías-bibliotecas de la ciudad. Así se dejaban mensajes antes, cuando su historia clandestina parecía sacada de uno de aquellos libros y se daban pistas cifradas que nadie más entendía: “Café El Ladrón Doblemente Armado-Tercer Estante-Libro 24 derecha-Páginas 305-108-43”. Y entonces ella acudía a esa librería, buscaba entre las estanterías, el libro número 24 empezando por la derecha, en determinada página y encontraba frases subrayadas:
“Todavía tengo-el sabor de tu piel-prendido en-los labios. // Te espero-esta noche oscura-en el parque de los gatos”.
22 de octubre de 2007
después de cualquier noche desgraciada...
El día que, mirándose al espejo, buscó culpables, se dio cuenta de que había olvidado el consuelo. También había olvidado el amor y, sobre todo, el amor propio.
Ese día decidió que no volvería a secarse las lágrimas.
Cogío cuatro cosas y salió a buscarse. Conscientemente o no, dejarse las llaves era un mensaje claro: no pensaba volver la vista atrás.
21 de octubre de 2007
“El tiempo suficiente”
El tiempo suficiente para buscar esa isla de seguridad que todo hombre busca. Quizás la misma que no podía ofrecerle el confortable calor del hogar y el lecho de su esposa. No pensaba en ella cuando el deseo lo poseía, cuándo necesitaba sentirlo saciado. No buscaba significado en esa llama, pero quizás sí existía un significado. Quizás el anhelo de recuperar la juventud perdida, o tal vez la necesidad de romper los tabúes de toda su generación, crecida en la mentira, en la miseria espiritual de la apariencia, en la “España de charanga y pandereta”, heredada de antes de una guerra.
Y no valga esto de justificación alguna. Cuándo la tenía y después, después de utilizarla, seguro que no había resquicio de culpabilidad ni asomo de moral en su mirada. Sólo la satisfacción ególatra del deseo saciado. La irracionalidad de la potencia del cuerpo, más fuerte que una mente y un alma condenadas. Años después, sin él saberlo, el tiempo se tomaría su venganza, y esas mujeres de su vida, y esa niña que para él no significaba nada, nada más allá de una carne quemada, encontrarían hombres buenos, esperando restañer heridas del pasado, igual que ellas, esperando a que, por una vez, la siguiente en llegar no fuese la persona equivocada.
Y tampoco es este el resumen o preludio de un final feliz, ni del final de los finales; es más bien un atisbo de lo que habría de llegar cualquier mañana del mundo, después de cualquier noche de tormento, de insomnio, de desespero, después de cualquier noche desgraciada.
O quizás no era un olvido...
Al fin y al cabo, olvidar sus llaves tenía un significado. Quizás porque no podía olvidar otra cosa: la voz del hombre. Aquella voz susurrante que decía: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo..."
¿Qué pensaba él cuando rompió su vida a la mitad, mientras pervertía a una niña de 18 años recién cumplidos? Era un hombre inteligente... aunque la conoció con 17 y la deseó en ese preciso instante, esperó el tiempo suficiente para no pillarse los dedos con la justicia.
..."Creo que no me los merezco”
Nunca hablaba de lo que pasó aquella tarde. De hecho, nunca hablaba de él, como si realmente estuviera muerto y no hubiera seguido en su vida durante algún tiempo. “Quizás todas las relaciones sean de esta forma”, pensaba cuando trataba de convencerse de que sentía algo por ella.
Por eso no le denunció y permitió que se repitiera la escena… siempre en el suelo, siempre a escondidas, hasta que se acostumbró a su violencia. Con el tiempo, albergó la absurda idea de que ella misma se lo había buscado, que era la única culpable de lo que pasaba, por enamorarse del hombre equivocado. No sería ni la primera ni la última vez.
Abrió los ojos de nuevo. Ya había anochecido y no podía perder el tiempo, tenía algo importante que hacer. Cerró la maleta que había preparado durante semanas, cogió su violín, comprobó que estaba en un lugar visible su testamento vital y salió de casa olvidando las llaves… O quizás no era un olvido…