12 de noviembre de 2007

Complicaciones ¿qué clase de complicaciones?

El guardián que custodiaba la puerta de aquel monasterio templario desconfió de la mujer nada más verla, con los cabellos enredados, la ropa llena de barro y las manos heladas. “Tu nombre”, ladró como un insulto, porque sabía que la lista de “invitados”, si se podía llamar así, era muy reducida. “Moira”, respondió ella sin mirarle a la cara, con una mueca de infinito desprecio. “Y llego tarde, así que por tu bien hazte a un lado".
- "¿Y si no quiero dejarte pasar…?”
- "Te destrozará los ojos, ya lo ha hecho con otros… Mejor no tientes la suerte", comentó una voz de hombre desde el interior del santuario. "Y además, es cierto que llega tarde. No lo compliques más".

Moira ignoró el comentario y cruzó el umbral mientras se escurría el cabello empapado sobre las baldosas de piedra, dejando un reguero de lluvia a su paso. Procuraba no mirar directamente a su anfitrión, que ni siquiera se había presentado, mientras le seguía a través de claustros y sacristías viejas que parecían abandonadas.

- "Hace años que no pisa este lugar un cristiano", ironizó el hombre de voz profunda.
- "Soy atea", respondió ella con desdén.
- "Mejor para ti".
- "Por cierto, me llamo Moira… ¿cómo has dicho que te llamabas?"

El hombre se relamió de gusto cuando escuchó la inocente pregunta, aunque nada en ella inspiraba inocencia. Siguió caminando con paso firme, creando sombras alargadas sobre las paredes y los cuadros con motivos religiosos que tenían extrañas inscripciones en sánscrito.

- "No te lo he dicho, princesa"
- "Si vamos a compartir… rituales, me gustaría saber con quién lo hago"
- "¿También vas a hacerme un análisis de sangre?"

Moira se quedó clavada en el sitio, sin saber muy bien si continuar o no. Aquello superaba con creces los riesgos que estaba dispuesta a correr, pero se sentía obligada a seguirle.

- "No pongas esa cara de pánico" – bromeó él, mirándola directamente desde sus ojos verdes de gato- "Me llamo Litio y ya hemos llegado al lugar".