6 de diciembre de 2007

...Para asegurarse de que el cuchillo que ocultaba seguía en su sitio.


Mientras Moira caminaba con paso decidido por aquel monasterio, en la otra punta de la ciudad Querido Monstruo tomaba una decisión: tenía que callar a todas las mujeres de su vida. La carta que había recibido le hizo recordar otros mensajes similares de mujeres que le escribían y contaban sus secretos, a cambio de algunas palabras de amor. Era fácil. Al principio, copiaba de los grandes poetas, luego se cansó de plagiar y se limitó a repetir las mismas ideas empleando sinónimos. “Volverán las oscuras algas de tus ojos…” era una revisión bastante patética de Bécquer, pero no esperaba que las mujeres de su vida fueran inteligentes o leyeran a los clásicos. Así que todos contentos.

Especialmente él, que a pesar del mal cuerpo por la carta homicida y la rosa podrida que le habían enviado, se sentía realmente bien. Sabía que ya nadie podría encontrar los recuerdos de su difunta esposa, enterrados para siempre en el cementerio francés. Aquellos objetos que desvelaban quién era y lo que había pasado… Querido Monstruo sonrió y se dirigió al único sitio donde era mejor no entrar, donde el tiempo se había detenido…

2 de diciembre de 2007

Un hombre por el que matar

Parecía el tipo de persona que se oxida rápidamente al contacto con el aire, con el agua, con la vida... Pero también tenía un lado irresistible, como si el peligro como definición se hubiera hecho carne en él. Seguramente muchas mujeres en aquel mismo santuario habrían caído a sus pies nada más entrar. Su mirada de lobo era a la vez una provocación y una advertencia...

Mientras caminaban entre sacristías, Moira llegó a la conclusión de que si tuviera que elegir un hombre por el que matar o morir, sería Litio. "Preferiblemente, matar", meditó con una sonrisa, y se llevó la mano a la espalda para asegurarse de que el cuchillo que ocultaba seguía en su sitio.

19 de noviembre de 2007

"Me llamo Litio...."

Litio era un hombre muy pálido y su cara era reluciente como el metal, de un color blanco plata. Parecía que no le había dado el sol o el aire fresco nunca, parecía que había vivido siempre rodeado de aquellas paredes, con el ambiente viciado, seco. Daba la sensación de que era el tipo de persona cuyo hábitat natural es un claustro, el tipo de persona que se oxida rápidamente al contacto con el aire, con el agua, con la vida....

12 de noviembre de 2007

Complicaciones ¿qué clase de complicaciones?

El guardián que custodiaba la puerta de aquel monasterio templario desconfió de la mujer nada más verla, con los cabellos enredados, la ropa llena de barro y las manos heladas. “Tu nombre”, ladró como un insulto, porque sabía que la lista de “invitados”, si se podía llamar así, era muy reducida. “Moira”, respondió ella sin mirarle a la cara, con una mueca de infinito desprecio. “Y llego tarde, así que por tu bien hazte a un lado".
- "¿Y si no quiero dejarte pasar…?”
- "Te destrozará los ojos, ya lo ha hecho con otros… Mejor no tientes la suerte", comentó una voz de hombre desde el interior del santuario. "Y además, es cierto que llega tarde. No lo compliques más".

Moira ignoró el comentario y cruzó el umbral mientras se escurría el cabello empapado sobre las baldosas de piedra, dejando un reguero de lluvia a su paso. Procuraba no mirar directamente a su anfitrión, que ni siquiera se había presentado, mientras le seguía a través de claustros y sacristías viejas que parecían abandonadas.

- "Hace años que no pisa este lugar un cristiano", ironizó el hombre de voz profunda.
- "Soy atea", respondió ella con desdén.
- "Mejor para ti".
- "Por cierto, me llamo Moira… ¿cómo has dicho que te llamabas?"

El hombre se relamió de gusto cuando escuchó la inocente pregunta, aunque nada en ella inspiraba inocencia. Siguió caminando con paso firme, creando sombras alargadas sobre las paredes y los cuadros con motivos religiosos que tenían extrañas inscripciones en sánscrito.

- "No te lo he dicho, princesa"
- "Si vamos a compartir… rituales, me gustaría saber con quién lo hago"
- "¿También vas a hacerme un análisis de sangre?"

Moira se quedó clavada en el sitio, sin saber muy bien si continuar o no. Aquello superaba con creces los riesgos que estaba dispuesta a correr, pero se sentía obligada a seguirle.

- "No pongas esa cara de pánico" – bromeó él, mirándola directamente desde sus ojos verdes de gato- "Me llamo Litio y ya hemos llegado al lugar".

2 de noviembre de 2007

cruzar el umbral


Mientras cruzaba la calle pensó "carne fresca, mira tú que chica tan mona se ha unido al club, no la conocía yo... Ups, cuidado hermosa, que son muchas escaleras y quiero que llegues bien arriba". Aquella chica lo despistó un momento, pero en cuando la perdió de vista, en cuanto ella entró en el recinto, volvió a recuperar el pensamiento anterior. Era el día del encuentro, la hora del encuentro y el sitio del encuentro. Necesitaba saber que no la había cagado confiando en R. para el encarguito... Complicaciones ¿qué clase de complicaciones?

31 de octubre de 2007

Nos vemos, ya sabes dónde y cuándo…


Doce de la noche. Unos pasos sonaron apresurados en las calles de la Ciudad Negra. Alguien llegaba tarde a una cita, con los largos cabellos plateados bufándole en la espalda y una gabardina negra hasta los pies ondeando al viento. La Mujer del diario caminaba tan deprisa que las hojas caídas en el suelo de aquel otoño húmedo se enredaban entre sus pies y la seguían como una estela. Iba ligera de equipaje, sólo con sus eternas palabras, la brújula que le haría recuperar el norte y los labios pintados. No sabía bien el camino, así que cada poco se detenía a consultar la brújula y mirar hacia atrás, por si alguien la seguía.

Sabía que la estaban esperando en aquel santuario pagano y se maldecía por tardar tanto. Quizás ya habían empezado el ritual sin ella… y ella lo necesitaba más que ninguno… Más deprisa, más deprisa… Cuando divisó en lo alto de la colina el edificio sagrado que buscaba, comenzó a correr, mientras caían las primeras gotas de lluvia de la tormenta que se acercaba… Tropezó, “¡mierda, llego tarde!”, y siguió corriendo… con la mirada fija en las nubes en extraña formación que recortaban el monasterio y los sauces llorones que lo custodiaban. Cuando llegó a la puerta, jadeaba, con el rostro empapado…
Su instinto le decía que no debía cruzar aquel umbral, pero…

29 de octubre de 2007

Llevaba mucho más tiempo del asimilable perdido en su interior

Llevaba mucho más tiempo del asimilable perdido en su interior, con sus demonios particulares, sus arrebatos violentos, psiquiatras, medicación, alcoholismo. Ninguna terapia era suficiente y tenía el extraño don de atraer a las mujeres precisamente por su carácter atormentado. Sabía que sólo tenía que leer entre líneas para entenderlas, para saber lo que había pasado con las mujeres de su vida, muchas de ellas silenciosas, de ese tipo de mujeres que no montan una escena de gritos y reproches, sino simplemente saltaban por la ventana o daban un portazo.

Todavía con escalofríos, cogió la carta y la prendió fuego lentamente con aquel mechero de plata, uno de los muchos regalos en clave que le hizo la misma mujer que ahora se despedía con unas letras. “Maldita hija de puta, te encontraré aunque sea lo último que haga”, murmuró con asco. “Vas a saber si soy o no un monstruo…”

En ese momento sonó el teléfono fijo, que nunca descolgaba porque prefería esperar a que saltara el contestador. Una voz agrietada, con cierto sonido metálico, le dejó el mensaje que estaba esperando: “Oye, el paquete ya está enterrado en el cementerio. Hemos tenido complicaciones... Mejor no me llames, por si te localizan. Nos vemos, ya sabes dónde y cuándo”.

25 de octubre de 2007

Todavía tengo-el sabor de tu piel-prendido en-los labios...

“Todavía tengo-el sabor de tu piel-prendido en-los labios. // Te espero-esta noche oscura-en el parque de los gatos”.

“Le dije eso como le podía haber dicho necesito verte para descifrar tus ojos, saber si eres la razón por la que ahora estoy solo, si fuiste tú quien propició el suicidio de mi mujer, o si eres tú la razón por la que me siento solo. No he parado de soñar contigo, de hablar contigo en sueños, de escuchar tu voz. Le dije eso porque sus ojos brillan en la noche, como los de los gatos, y con mirarla podría descifrar todo aquello que no me iba a querer contar”, pensaba sentado en una esquina de su cama.

Pero sus palabras escritas en papel no le decían nada. Eso suponía que la rabia lo cegaba o que el silencio de sus ojos era lo que no podía asimilar. Las lágrimas empezaron a brotar. Estaba perdido en su propio laberinto. Él lo creó pero llevaba mucho más tiempo del asimilable perdido en su interior.

24 de octubre de 2007

No pensaba volver la vista atrás


Conscientemente o no, dejarse las llaves era un mensaje claro: no pensaba volver la vista atrás.
Al mismo tiempo, en la misma ciudad, un hombre anónimo recibía una carta sin remitente con un mensaje homicida en el interior. Habría preferido que fuera una bomba antes que una carta. A sus 50 años, creía que lo había visto todo en la vida, pero aquella rosa podrida dentro del sobre y las líneas escritas con manos rabiosas le pusieron mal cuerpo.


Querido monstruo,

Hace años que no hablamos y pienso que ha sido la mejor opción para ambos. Por eso no he contestado hasta ahora a tus mensajes cifrados que me vas dejando por los sitios que solíamos frecuentar. Por cierto, sería mejor que dejes de hacerlo. Siento lo que le pasó a tu mujer, y puedo asegurarte que no tuve nada que ver, ni le conté lo nuestro, ¿para qué? Con que sufra una ya es suficiente…

Arrugó la carta con rabia antes de seguir leyendo. Sabía perfectamente quién le había escrito. La misma mujer con la que había intentado comunicarse durante meses, señalando palabras en determinadas páginas de libros de las principales cafeterías-bibliotecas de la ciudad. Así se dejaban mensajes antes, cuando su historia clandestina parecía sacada de uno de aquellos libros y se daban pistas cifradas que nadie más entendía: “Café El Ladrón Doblemente Armado-Tercer Estante-Libro 24 derecha-Páginas 305-108-43”. Y entonces ella acudía a esa librería, buscaba entre las estanterías, el libro número 24 empezando por la derecha, en determinada página y encontraba frases subrayadas:

“Todavía tengo-el sabor de tu piel-prendido en-los labios. // Te espero-esta noche oscura-en el parque de los gatos”.

22 de octubre de 2007

después de cualquier noche desgraciada...

Después de aquella primera noche desgraciada se implantó el silencio en su vida. La idea de aquella violencia implacentera se convirtió en un pensamiento obsesivo. No podía hablar de trapitos, del tiempo, ni atender a las clases del instituto. No podía escuchar las quejas de su madre por sus notas o porque no ayudaba a limpiar. No podía entender nada, ni a sí misma. La presión de su presente se hizo tan fuerte que excluyó el pasado. El futuro carecía de sentido.
El día que, mirándose al espejo, buscó culpables, se dio cuenta de que había olvidado el consuelo. También había olvidado el amor y, sobre todo, el amor propio.
Ese día decidió que no volvería a secarse las lágrimas.
Cogío cuatro cosas y salió a buscarse. Conscientemente o no, dejarse las llaves era un mensaje claro: no pensaba volver la vista atrás.

21 de octubre de 2007

“El tiempo suficiente”


El tiempo suficiente para buscar esa isla de seguridad que todo hombre busca. Quizás la misma que no podía ofrecerle el confortable calor del hogar y el lecho de su esposa. No pensaba en ella cuando el deseo lo poseía, cuándo necesitaba sentirlo saciado. No buscaba significado en esa llama, pero quizás sí existía un significado. Quizás el anhelo de recuperar la juventud perdida, o tal vez la necesidad de romper los tabúes de toda su generación, crecida en la mentira, en la miseria espiritual de la apariencia, en la “España de charanga y pandereta”, heredada de antes de una guerra.

Y no valga esto de justificación alguna. Cuándo la tenía y después, después de utilizarla, seguro que no había resquicio de culpabilidad ni asomo de moral en su mirada. Sólo la satisfacción ególatra del deseo saciado. La irracionalidad de la potencia del cuerpo, más fuerte que una mente y un alma condenadas. Años después, sin él saberlo, el tiempo se tomaría su venganza, y esas mujeres de su vida, y esa niña que para él no significaba nada, nada más allá de una carne quemada, encontrarían hombres buenos, esperando restañer heridas del pasado, igual que ellas, esperando a que, por una vez, la siguiente en llegar no fuese la persona equivocada.


Y tampoco es este el resumen o preludio de un final feliz, ni del final de los finales; es más bien un atisbo de lo que habría de llegar cualquier mañana del mundo, después de cualquier noche de tormento, de insomnio, de desespero, después de cualquier noche desgraciada.

O quizás no era un olvido...

Al fin y al cabo, olvidar sus llaves tenía un significado. Quizás porque no podía olvidar otra cosa: la voz del hombre. Aquella voz susurrante que decía: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo..."

¿Qué pensaba él cuando rompió su vida a la mitad, mientras pervertía a una niña de 18 años recién cumplidos? Era un hombre inteligente... aunque la conoció con 17 y la deseó en ese preciso instante, esperó el tiempo suficiente para no pillarse los dedos con la justicia.

..."Creo que no me los merezco”

Aquella idea era peor que un cáncer. Sabía que acabaría matándola si no conseguía rehacer su vida. La mujer cerró el diario y cerró los ojos, como si así pudiera borrar las imágenes que se repetían en su memoria: el rostro del hombre susurrándole “no tengas miedo”, la habitación sin luz, el suelo frío donde la había desnudado arrancándole la ropa… “suéltame”, el grito y la mano que tapó su boca violentamente…
“Calla, ¿es que no confías en mí?”


Nunca hablaba de lo que pasó aquella tarde. De hecho, nunca hablaba de él, como si realmente estuviera muerto y no hubiera seguido en su vida durante algún tiempo. “Quizás todas las relaciones sean de esta forma”, pensaba cuando trataba de convencerse de que sentía algo por ella.

Por eso no le denunció y permitió que se repitiera la escena… siempre en el suelo, siempre a escondidas, hasta que se acostumbró a su violencia. Con el tiempo, albergó la absurda idea de que ella misma se lo había buscado, que era la única culpable de lo que pasaba, por enamorarse del hombre equivocado. No sería ni la primera ni la última vez.

Abrió los ojos de nuevo. Ya había anochecido y no podía perder el tiempo, tenía algo importante que hacer. Cerró la maleta que había preparado durante semanas, cogió su violín, comprobó que estaba en un lugar visible su testamento vital y salió de casa olvidando las llaves… O quizás no era un olvido…

20 de octubre de 2007

Desencadenante


Querido Diario,


Te empiezo a escribir justo antes de firmar el documento que solicita la eutanasia. Es una forma elegante de llamarlo. Hoy hace exactamente unos cuantos años –no diré cuántos- que perdí la virginidad con un hombre que me violó. Suena duro, lo sé, pero es lo que hay.


Tiempo atrás hubo otra mujer que se había suicidado por su culpa: se lanzó desde un décimo piso poco después de abortar el no-hijo que tuvo con él. La diferencia es que le amaba desesperadamente y no encajaba en su agradable vida de casado. Yo tampoco encajaba, es cierto, cuando tienes 18 años y ese monstruo 42, encajas en pocos aspectos de su vida. No recuerdo si le amaba, creo que sí, al menos justo antes de que me arrastrara a su casa mientras su mujer estaba trabajando.


No se me dan bien los hombres buenos. Es más, creo que no me los merezco...