21 de octubre de 2007

“El tiempo suficiente”


El tiempo suficiente para buscar esa isla de seguridad que todo hombre busca. Quizás la misma que no podía ofrecerle el confortable calor del hogar y el lecho de su esposa. No pensaba en ella cuando el deseo lo poseía, cuándo necesitaba sentirlo saciado. No buscaba significado en esa llama, pero quizás sí existía un significado. Quizás el anhelo de recuperar la juventud perdida, o tal vez la necesidad de romper los tabúes de toda su generación, crecida en la mentira, en la miseria espiritual de la apariencia, en la “España de charanga y pandereta”, heredada de antes de una guerra.

Y no valga esto de justificación alguna. Cuándo la tenía y después, después de utilizarla, seguro que no había resquicio de culpabilidad ni asomo de moral en su mirada. Sólo la satisfacción ególatra del deseo saciado. La irracionalidad de la potencia del cuerpo, más fuerte que una mente y un alma condenadas. Años después, sin él saberlo, el tiempo se tomaría su venganza, y esas mujeres de su vida, y esa niña que para él no significaba nada, nada más allá de una carne quemada, encontrarían hombres buenos, esperando restañer heridas del pasado, igual que ellas, esperando a que, por una vez, la siguiente en llegar no fuese la persona equivocada.


Y tampoco es este el resumen o preludio de un final feliz, ni del final de los finales; es más bien un atisbo de lo que habría de llegar cualquier mañana del mundo, después de cualquier noche de tormento, de insomnio, de desespero, después de cualquier noche desgraciada.

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