21 de octubre de 2007

“El tiempo suficiente”


El tiempo suficiente para buscar esa isla de seguridad que todo hombre busca. Quizás la misma que no podía ofrecerle el confortable calor del hogar y el lecho de su esposa. No pensaba en ella cuando el deseo lo poseía, cuándo necesitaba sentirlo saciado. No buscaba significado en esa llama, pero quizás sí existía un significado. Quizás el anhelo de recuperar la juventud perdida, o tal vez la necesidad de romper los tabúes de toda su generación, crecida en la mentira, en la miseria espiritual de la apariencia, en la “España de charanga y pandereta”, heredada de antes de una guerra.

Y no valga esto de justificación alguna. Cuándo la tenía y después, después de utilizarla, seguro que no había resquicio de culpabilidad ni asomo de moral en su mirada. Sólo la satisfacción ególatra del deseo saciado. La irracionalidad de la potencia del cuerpo, más fuerte que una mente y un alma condenadas. Años después, sin él saberlo, el tiempo se tomaría su venganza, y esas mujeres de su vida, y esa niña que para él no significaba nada, nada más allá de una carne quemada, encontrarían hombres buenos, esperando restañer heridas del pasado, igual que ellas, esperando a que, por una vez, la siguiente en llegar no fuese la persona equivocada.


Y tampoco es este el resumen o preludio de un final feliz, ni del final de los finales; es más bien un atisbo de lo que habría de llegar cualquier mañana del mundo, después de cualquier noche de tormento, de insomnio, de desespero, después de cualquier noche desgraciada.

O quizás no era un olvido...

Al fin y al cabo, olvidar sus llaves tenía un significado. Quizás porque no podía olvidar otra cosa: la voz del hombre. Aquella voz susurrante que decía: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo..."

¿Qué pensaba él cuando rompió su vida a la mitad, mientras pervertía a una niña de 18 años recién cumplidos? Era un hombre inteligente... aunque la conoció con 17 y la deseó en ese preciso instante, esperó el tiempo suficiente para no pillarse los dedos con la justicia.

..."Creo que no me los merezco”

Aquella idea era peor que un cáncer. Sabía que acabaría matándola si no conseguía rehacer su vida. La mujer cerró el diario y cerró los ojos, como si así pudiera borrar las imágenes que se repetían en su memoria: el rostro del hombre susurrándole “no tengas miedo”, la habitación sin luz, el suelo frío donde la había desnudado arrancándole la ropa… “suéltame”, el grito y la mano que tapó su boca violentamente…
“Calla, ¿es que no confías en mí?”


Nunca hablaba de lo que pasó aquella tarde. De hecho, nunca hablaba de él, como si realmente estuviera muerto y no hubiera seguido en su vida durante algún tiempo. “Quizás todas las relaciones sean de esta forma”, pensaba cuando trataba de convencerse de que sentía algo por ella.

Por eso no le denunció y permitió que se repitiera la escena… siempre en el suelo, siempre a escondidas, hasta que se acostumbró a su violencia. Con el tiempo, albergó la absurda idea de que ella misma se lo había buscado, que era la única culpable de lo que pasaba, por enamorarse del hombre equivocado. No sería ni la primera ni la última vez.

Abrió los ojos de nuevo. Ya había anochecido y no podía perder el tiempo, tenía algo importante que hacer. Cerró la maleta que había preparado durante semanas, cogió su violín, comprobó que estaba en un lugar visible su testamento vital y salió de casa olvidando las llaves… O quizás no era un olvido…